Textos: El hábitat y la organización del espacio

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Campamento, lugar de habitación, asentamiento, son calificativos habituales de lo que en el fondo no es más que un denso manchón de restos culturales.

Pueden existir estructuras espaciales, como hoyos o cantidades de huesos, que nos hagan creer que estamos tratando con un cúmulo de materiales en donde la gente vivió en vez de en donde se llevaron a cabo unas actividades. Sin embargo, es necesario que seamos precavidos a fin de evitar prejuzgar un análisis por los términos descriptivos que aplicamos al material en estudio.

(LC. Gamble. El Poblamiento Paleolítico de Europa, 1990)

Las investigaciones demostraron que el Hombre del Paleolítico no era verdaderamente «de las cavernas». los hombres prehistóricos tenían un hábitat hecho a medida y sabían adaptarse y afrontar una naturaleza a veces hostil, resolviendo el problema construyendo ellos mismos sus propios refugios.

Dentro de los suelos de habitación, cuya noción es relativamente reciente, nos encontramos con unas estructuras que evidencian su propio carácter de habitación. Éstas han sido clasificadas por A. Leroi-Gourhan en dos
tipos: estructuras evidentes y estructuras latentes. El método de análisis de estos suelos se basa en el estudio de las relaciones entre ambas estructuras.

Las estructuras evidentes son aquellas concentraciones de objetos fabricados, utilizados o aportados por el hombre que se detectan directamente en la excavación, tales como fondos de cabaña, agujeros de postes, enlosados, hogares, muros, restos óseos, material lítico, así como los diferentes elementos y modificaciones del suelo habitado imputables a actividades antrópicas como cubetas, hogares, agujeros de postes, muretes
de piedra, etc.

Dentro de estas estructuras evidentes distinguiremos en primer lugar los fondos de cabaña propiamente dichos, que suelen aparecer delimitados por unos agujeros de postes, círculos de piedras, pequeños muros o la propia distribución de los vestigios líticos y óseos. En segundo lugar, hay que mencionar los demás restos aislados, tales como hogares, enlosados, pequeños muros, etc. que testimonian la existencia de habitación.

Por el contrario las estructuras latentes son todas las que se documentan después de la excavación, en el laboratorio, y están basadas en las relaciones internas entre los vestigios arqueológicos, consecuencia directa del comportamiento y de la actividad humanas.

F. Bordes considera que un suelo de ocupación es una superficie reconocible sobre la que ha vivido el hombre paleolítico durante un lapso de tiempo lo suficientemente corto como para que se pueda deducir, de la posición de sus vestigios, algo sobre sus actividades. Es evidente que el objeto principal del estudio de estos suelos de habitación son las actividades, de ahí que para Rouse el asentamiento arqueológico sean «todos aquellos componentes espacio/tiempo en el que una determinada comunidad lleva a cabo sus actividades».

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Los suelos de habitación sometidos a una ocupación activa pueden estar constituidos por barro apisonado, esteras de fibra, pieles de animales, alfombras o pavimentos. Pese a las limpiezas periódicas los detritos de toda clase se van acumulando y el nivel del piso se eleva a la altura de los detritos acumulados en el exterior, delante del habitáculo, donde la acreción y la erosión por las aguas superficiales llegan a equilibrarse. (K.W. Butzer, Arqueología una ecoloaia del hombre 1989)

Este concepto de suelo de habitación queda claramente diferenciado del de nivel arqueológico, definido por F. Bordes como «resultado del amontonamiento de elementos naturales y restos de la actividad humana en un
espesor variable». De esta manera en un nivel arqueológico determinado hay un número X de suelos y no todos son «horizontales». De ahí que el estudio de la repartición horizontal sólo tiene sentido, cuando esta distribución es más o menos constante de la base al techo del nivel arqueológico.

La delgadez de un nivel no es la prueba absoluta de que haya pasado poco tiempo entre el depósito de la base y del techo del nivel. Todo depende del ritmo de la sedimentación natural (arenas, limos, etc.) y humana (útiles, restos, ceniza, huesos, etc.) en este lugar. Así, un grupo o una comunidad que vive durante un período de sedimentación natural lento dejará un nivel delgado y con gran densidad de vestigios. Mientras que la misma comunidad en un período de sedimentación natural rápida dará la impresión de un hábitat discontinuo (simples altos de caza) con el mismo número de útiles dispersos en un mayor espesor de sedimentos. También en un período de sedimentación natural débil o nula, diversas industrias sucesivas, o diferentes fases de una misma industria se podrán depositar en el mismo suelo.

El horizonte cultural corresponde a la intensa acumulación de aquellas actividades que han aglutinado una gran cantidad de restos orgánicos y minerales.

Texto 3. 1 referencia

Los abrigos rocosos eran lugares excelentes para pernoctar. Si se les va a visitar durante una partida de caza el equipamiento pesado y voluminoso, como una tienda puede dejarse atrás. El uso táctico de estos alojamientos dentro de una estrategia móvil sugiere que una forma provechosa de enfocar su excavación seria como lugares donde dormir.

(C. Gamble, E Poblamiento Paleolitico de Europa, 1990)

el Hombre del Paleolítico no era verdaderamente «de las cavernas». Es evidente que cuando encontraban una  buena cueva, se instalaban en ella durante un tiempo sobre todo para pasar los crudos inviernos glaciares, pero la mayor parte del tiempo vivían fuera de las cuevas en campamentos al aire libre o en abrigos rocosos.

hábitats permanentes en grandes cavidades o abrigos rocosos como los casos de Mas d’Azil, Lespugue, Istruritz, etc. Alrededor de éstos se localizaban una serie de campamentos estacionales.

L. Binford hoy en día también se distingue entre campamento base y alto de caza.

Un caso extremo de este campamento transitorio son los cazaderos y lugares de descuartizamiento; en éste la cantidad de material óseo es muy alta, con restos a veces enteros, y con poca cantidad de material lítico.

La humanidad a lo largo de su evolución comprendió rápidamente que era más cómodo instalarse en un abrigo o en una cueva que dormir en espacios abiertos, donde los refugios eran precarios. Esta cuestión de la
comodidad elemental se convirtió en una necesidad en el momento en que dominaron el fuego que les protegía de la intemperie. La supervivencia de todo el grupo se comprometía en el momento en que la lluvia apagaba el fuego.

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Los homínidos (del P. Inferior) desarrollaron su vida social extendiendo la copresencia muy poco fuera del lugar de reunión. Donde aparecen yacimientos en contextos primarios vemos un cuadro presidido por la baja densidad de los materiales en hueso y piedra. La materia prima es obtenida en las inmediaciones y trabajada in situ.

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