Profesionalización
Los ejércitos de la región se profesionalizaron. La renovación tecnológica impulsada por los militares ayudó a la modernización económica y social y convirtió al ejército en un actor decisivo. La profesionalización quería convertir a los militares en apolíticos pero no se pudo cumplir este objetivo. En el papel de las misiones militares y los instructores extranjeros hasta la segunda guerra destacó la presencia de oficiales europeos y en menor medida norteamericanos
Para eliminar el poder desestabilizador de los ejércitos, una de las tareas de los militares norteamericanos allí donde invadieron fue formar a la guardia nacional, una fuerza policial militarizada que dio lugar a un nuevo tipo de poder militar que llegado el momento no dudó en transformarse en dictaduras autoritarias.
El fin de la segunda guerra y el comienzo de la Guerra Fría modificaron el panorama militar. Desde entonces, los ejércitos latinoamericanos serían entrenados y armados por Estados Unidos. Sin embargo, la mayor parte de esta ayuda comenzará a hacerse a partir de la década de 1950.
Unos ejércitos muy profesionalizados, identificados con los intereses de la burguesía vinculada a la economía internacional (y apoyados por buena parte de las clases altas y medias), apelaron a la doctrina de la “Seguridad Nacional” para erigirse en salvadores de la patria, frente a las fuerzas de la subversión, y en agentes del desarrollo económico nacional, con autorización para emplear la represión y la guerra sucia sin limitaciones.
Se formaba un Estado identificado con los intereses del ejército y de la gran burguesía, que apelaba a unos supuestos teóricos nuevos: la doctrina de la Seguridad Nacional”.
EEUU
Estados Unidos desempeñó un papel decisivo en ello. La Guerra Fría fue aprovechada por los norteamericanos para extender el conflicto ideológico y propagandístico a esta región, forzando la identificación del potencial peligro soviético con la amenaza interna de la izquierda política.
Al tiempo que se prohibían los partidos comunistas se consolidaba el papel del ejército en la neutralización del peligro rojo, tanto nacional como continental.
Se desarrolló un proyecto de integración de los ejércitos continentales, a través del Tratado de Río de Janeiro, en 1947, y seguido por la sustitución de este tratado por pactos bilaterales en los años cincuenta, así como por programas de ayuda técnica y créditos para equipamiento militar.
El triunfo de la Revolución Cubana justificaba, o así lo parecía, los temores, revalorizando también el papel de la milicia en la paz social.
Ideologización
En paralelo, EEUU fomentó un proceso de profunda ideologización en el interior de los ejércitos, creando centros especiales de entrenamiento de personal militar latinoamericano donde se introdujo una vaga ideología corporativista legitimando la intervención en la vida política que serviría de justificación a las posteriores dictaduras.
Aprendían así a velar por los intereses del capitalismo proteccionista. La introducción de capital norteamericano en las esferas de poder y la formación de la élite civil en las escuelas militares posibilitaba la difusión civil de la doctrina militar y fomentaba los acercamientos que propiciarían valiosos pactos futuros de gobierno.
Y como instrumento de seguridad, debía intervenir cuando entendiera amenazado cualquier objetivo nacional.