Las nuevas dictaduras

El resultado fue una oleada de golpes militares y la instauración siguiente de férreas dictaduras con rasgos diferentes a las tradicionales o de carácter patrimonial, como las que dominaban en Centroamérica, el Caribe o en el Paraguay de Stroessner.

Mientras en las tradicionales, el caudillo militar asaltaba el poder como una solución temporal, hasta encontrar solución a los problemas que habían dado pié a la intervención y carecía de programa político que le legitimase, pactando con las fuerzas sociales más tradicionales y limitando el uso de la fuerza a un periodo corto, los nuevos regímenes no eran una condición temporal para corregir una situación, sino que pretendían reorganizar la nación de acuerdo a una ideología más o menos elaborada, inspirada en la “Doctrina de la Seguridad Nacional” por la que se legitimaba la lucha contra la subversión.

Se sustituía el personalismo anterior por el corporativismo militar, algo impensable en las anteriores por el menor desarrollo de la estructura profesional de las fuerzas armadas y el mayor poder de las oligarquías civiles.

Dentro de ese corporativismo, se diferenciaban de los regímenes europeos fascistas y corporativistas en que no buscaban la movilización de masas o el uso del partido único, pues no sólo prescinden de los partidos políticos en cuanto a la representación civil en el Estado, sino que persiguen la desmovilización.

Tecnócratas

Se prefirió una relación “técnica” y de apoyo entre el Estado y ciertos grupos sociales en lugar de la alianza con grupos amplios. Solo se dejó sobrevivir a las organizaciones representativas de la alta burguesía, sin vínculos orgánicos con el Estado.

La relación entre Estado y sociedad civil se establecía median los tecnócratas: O,Donnell llega a hablar de regímenes burocrático-autoritarios. Al final, el ejecutivo dependía de la voluntad política de las Fuerzas Armadas y de la burocracia técnica como únicos contrapesos.

Esta aproximación burocrático-autoritaria se explica también porque los militares consideraron como clave el desarrollo económico. Creyeron en la necesidad de un gobierno autoritario como única opción para asegurar el crecimiento y la modernización económica, pues solo controlando las formas de expresión política podrían poner en marcha programas de austeridad económica.

Los tecnócratas de alto nivel que asociaron solían estar vinculados a sectores económicos del capital multinacional, garantizando así una estructura de dominación favorable a los intereses de la burguesía más moderna (desarrollada en los cincuenta y sesenta) y de los inversores internacionales).

Represión

En el proceso político se excluía a las asociaciones sindicales y políticas, manteniendo una estructura rígida controlada burocráticamente por represivas agencias nacionales de seguridad, dando lugar a niveles de coerción y represión sin precedentes.

Se buscaba la erradicación, por cualquier método, de las bases del poder de la izquierda, pudiendo llegar, la represión institucional, a alcanzar cotas altísimas.

El carácter represivo y antipopular fue regla general salvo en algunos gobiernos que utilizaron planteamientos reformistas o nacionalistas.

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