Entre mediados del siglo X y mediados del XI, el reino leonés atravesó por una larga serie de conflictos dinásticos y nobiliarios, en un estado de cosas dominado ya por una manifiesta señorialización y un aumento notable de la concentración de propiedad en manos de la nobleza y la Iglesia, y con ella, la extensión de la dependencia campesina y las rentas derivadas de la tierra.
La debilidad de los reyes leoneses favoreció el auge de la alta nobleza territorial, que se beneficia de todo tipo de concesiones: villas y tierras, derechos fiscales y jurisdiccionales.
Uno de los principales apoyos de los reyes leoneses durante este período serán las instituciones eclesiásticas, a las que van a pasar muchos de los distritos administrativos del reino, con similares competencias a los de los condes y, por lo tanto, ejercerán como autoridades públicas. La Iglesia no ofrecía los riesgos políticos de la nobleza altomedieval, y aportaba una organización interna comparativamente desarrollada.
La notable expansión de los señoríos eclesiásticos choca frontalmente con los intereses de una aristocracia laica que pretende acaparar los beneficios del crecimiento económico que se está produciendo, y que se ve limitada por aquéllos. Esta fuerte competencia por el control de los medios productivos desemboca, en los umbrales de la plenitud medieval, en el enfrentamiento mutuo y la usurpación de bienes de la Iglesia o, más comúnmente, de sus vasallos, por parte de los nobles, que los trasladan a sus propias pobladurAs.
La primera respuesta a tan compleja situación vendrá de la mano de un monarca, Alfonso V, cuyo reinado no ha sido todavía valorado suficientemente, y en especial de un hito legal, el Fuero de León, redactado hacia 1017.
Será, sin embargo, la nueva dinastía iniciada por Fernando I en 1037 la que propiciará un cambio profundo en las estructuras políticas del reino, reforzando el papel de la Corona y desarrollando un concepto de nobleza de servicio.
Alfonso VI, El personaje, desde luego, lo merece. Durante su tiempo se rompen las barreras del Duero y la cristiandad hispana recupera la simbólica plaza de Toledo, abriéndose paso hacia el Valle del Tajo, y lo que fue más importante seguramente, la repoblación de las Extremaduras y el desarrollo de nuevos modelos de organización, fundamentales para la ocupación posterior de otras regiones más meridionales. Con él se rescata la idea de una monarquía leonesa hegemónica, pero con una visión totalmente novedosa, más flexible, del Imperio hispánico. La cultura, la mentalidad, la religión … todo comienza a mudar en muy breve tiempo, al paso que las parias o la ocupación militar reemplazan los viejos esquemas de relaciones entre cristianos y musulmanes.
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Alfonso VI con Sahagún al cual ‘amó mucho como propio palacio suyo’.
Sahagún encarna la colaboración entre la corona y una institución monástica.
iendo el paso, como ha afirmado Reilly, a un «orden de cosas esencialmente nuevo».
Sahagún encama la colaboración entre la Corona y una institución monástica, Cluny, cuyo resultado es la aparición de un poderosísimo cenobio y un burgo próspero y en expansión, aunque fuertemente señorializado, en el que están de algún modo todos los elementos presentes en el proceso poblador plenomedieval: la planificación regia, la expansión urbana, la reforma cluniaciense, el auge de las rutas jacobeas, el comercio y la inmigración de francos, judíos y moros.
Sahagún tardará algunos años más en verse imbuido de los nuevos aires borgoñones, hecho que se produjo ya bajo los auspicios de Alfonso VI, a quien podemos considerar como el consolidador de la reforma cluniacense en los reinos de la Hispania occidental.
. No resulta tan claro, sin embargo, que su ambicioso proyecto tuviera origen, como parece apuntar Bishko, en algunos de los acuerdos alcanzados en el Concilio de Coyanza (1055), sino en los propios intereses políticos del monarca391 , ni el carácter que tenía entonces el censo y la amplitud del lazo vasallático que conllevaba392• Deuda o limosna, hay que advertir que Alfonso no reconoció la obligatoriedad del mismo entre 1065 y 1072, es decir, durante el turbulento periodo transcurrido entre su subida al trono leonés y el fin de su destierro toledano393• Fue en 1073 cuando, recuperada la potestas, comenzará donando varios monasterios a Cluny en agradecimiento a sus plegarias, y seguramente a más que eso, que tanto habían influido en la recuperación de su legítima.
Alfonso VI no se limitó a mantener el censo paterno, sino que lo duplicó, alcanzando las 2.000 libras de oro, lo que ha sido evaluado de forma muy diversa por los historiadores, pero parece probable que, más que fruto del mutuus amor, como afirma la Najerense, lo fuese del interés del rey, como antes de su padre, por lograr el favor de los monjes a la hora de disuadir al Papa de iniciar una cruzada la Zaragoza musulmana, apoyándose primero en Ramiro I de Aragón, en 1064, y luego en su hijo Sancho, vasallo de San Pedro desde 1068. Zaragoza era aliada tributaria de León y a Alfonso VI le interesaba que lo continuase siendo. Además, en tanto que vasalla del rey leonés, la taifa tenía derecho al auxilium de su protector. Por esta razón el censo cluniacense provenía íntegramente de las parias zaragozanas, para hacer ver a Cluny que sus ingentes donaciones estaban supeditadas al mantenimiento de la fuente emisora. Pero, en el caso concreto de Alfonso VI, detrás del complejo juego de estrategia que ambas partes, Monarquía y Cluny, habían iniciado, se hallaba una cuestión fundamentalísima: la extensión de la soberanía del Sumo Pontífice, cuyas pretensiones sobre España venían siendo puestas de manifiesto desde 1073. La pugna entre el monarca leonés y el papado se vio envuelta en la difícil cuestión del rito, donde venían a chocar los afanes homogeneizadores de Roma y la tradición religiosa más genuinamente española.
la peligrosa sombra de un eventual cisma rondando la Cristiandad occidental, Roma decidió actuar con precaución y exigir del monarca leonés la implantación de la liturgia oficial. Para ello Gregario VII, que había sido cluniacense, se valdrá de los hombres de Cluny, y más concretamente del abad Rugo, de quien había sido discípulo, y del arzobispo de Toledo Bernardo, antiguo compañero de la misma congregación. Estos últimos, a la vez íntimos colaboradores de Alfonso VI, debían apremiar al monarca para que se decidiese a implantar el nuevo rito en todos sus reinos. Evidentemente, el papel activo de los franceses les acarreó distinto tipo de presiones por ambas partes, aunque también, y en eso hay que reconocerles su maestría, los importantes beneficios que un buen intermediario siempre sabe sacar de los conflictoS.
LA postura de Alfonso VI, forzada por el desarrollo histórico de sus reinos. La importancia del rito hispano sobrepasaba el ámbito puramente religioso, afectando de manera muy directa a la propia institución monárquica y al entramado político del reino, del que la Iglesia formaba parte sustancial, habida cuenta de su dependencia de la Corona397• El poder civil tenía en el rito hispano uno de sus soportes, como parte del neogoticismo que venía alimentando el ideario de los reyes asturleoneses desde Alfonso II, legitimando su autoridad como continuadores del ordo gothorum que reunificaría España bajo el signo de la cruz.
Así, en el Concilio de Coyanza (1055), celebrado tan sólo diez años antes de la subida al trono de Alfonso VI, se afirma la voluntad por restablecer las glorias del pasado de la Iglesia visigótica: «pro corrigendis ac dirigendis regulis veZ tramitibus Ecclesie ut mos est antiquorum patrum, ac sumendis tramitibus»399, lo que evidencia el desinterés por cualquier tipo de reforma litúrgica.
hasta el año 1073, que es cuando se comenzó a consolidar el gobierno alfonsí. Al año siguiente, Alfonso VI recibió de Gregorio VII, con motivo de la notificación de una resolución eclesiástica, un duro ataque contra la liturgia mozárabe, a la que consideraba infectada de priscilianismo, arrianismo e islarnismo403• En su lugar exigía la implantación de los Romanae ecclesiae ordinum et officium y advertía que ésa era la voluntad de sus obispoS.
comenzó las donaciones de monasterios hispanos a Cluny en 1073, el mismo año en que Gregorio VII iniciaba su campaña de presiones en reclamación de la soberanía pontificia sobre España, que, con mayor contundencia, reitera en 1077, justificando sus pretensiones en su supuesta donación de Constantino al papa Silvestre in ius et proprietatem, y a ello precisamente atribuye Mínguez la adopción del título imperial a partir de esa fecha, afirmando su independencia frente al papado407• Ese mismo año, Alfonso VI renovaba y duplicaba el censo de mil áureos de su padre, quien también lo había utilizado en su día para forzar a Cluny a que mediase ante la Santa Sede para evitar la conquista aragonesa de Zaragoza. En fin, que si Roma quiso hacer de Cluny una quinta columna en España, también Alfonso VI pretendió hacer de ella su quinta columna en Roma. Así, Hugo de Cluny utiliza su influencia para convencer a Gregorio VII de que olvide su reclamación sobre los reinos españoles, y finalmente se llega a un acuerdo por el que Alfonso accede a la reforma litúrgica y el Papa abandonaba sus pretensiones hegemónicas en España. La reforma se convertía así en «una cesión políticamente necesaria», aunque para ello el monarca hubiese de prescindir del abad Roberto, al que estimaba, según él mismo afirma, «por encima de todas las otras cosas»408• La decisión se hizo oficial en el Concilio de Burgos, aunque hay discrepancias sobre la fecha de su celebración. Mientras que algunos especialistas lo datan en el año 1080, Reilly lo retrasa al 1076, apoyándose en la ¡a Crónica Anónima de Sahagún y en la Crónica del Obispo Pe/ayo, a la vez que lo describe como un conjunto de decisiones resueltas y más tarde aprobadas en concilio409• Un año más tarde, en 1077, Alfonso escribió al Papa solicitándole el envío de una nueva legación que resolviese los problemas originados por la transición litúrgica y la ostensible oposición generada entre los más tradicionalistas. El cambio no fue fácil y las tensiones entre el rey y el papa :continuarían produciéndose, si bien ya no había vuelta atrás.
su parte el monasterio de Sahagún también salió beneficiado, pues se convirtió en la cabeza de los benedictinos en los reinos de León y Castilla, lo que supuso un importante estímulo para sus arcas. Ahora bien, no debemos pasar por alto que Sahagún, pese a representar la vanguardia de la reforma cluniacense en la corona leonesa y recibir directamente de Cluny los monjes encargados de iniciarla, en ningún momento dependió de Cluny. Bernardo supo mantener la independencia de su nuevo monasterio, aunque quizás no haya que desechar la influencia de Alfonso VI en esta actitud. En efecto, el modelo cluniacense podía serie muy útil al monarca en su política hegemónica, pero, precisamente por ello, es difícil que le interesase que una autoridad extraña a sus reinos pudiese intervenir en la vida de éstoS.
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Aunque el preámbulo del fuero atribuye la inciativa pobladora al abad de Sahagún y a sus intereses, no nos cabe ninguna duda de que Alfonso VI tenía muy clara la necesidad de formar o apoyar nuevos centros económicos que fueran centralizando la actividad mercantil en sustitución de los viejos y desfasados castros.
En estos nuevos centros, la presencia de elementos tan heterogéneos en la población facundina contribuyó decidamente a acelerar los cambios políticos y sociales que caracterizaron este período.
- Tal es el marco en que surgen y se multiplican las revueltas que van a sacudir un buen número de villas y ciudades entre la facundina de 1087 y la lucense de 1184, siempre con el trasfondo de las guerras, la inestabilidad y la estrechez de las estructuras señoriales.
Las revueltas del siglo XII eran, ciertamente, antiseñoriales, y ello en León equivalía en buena medida a antieclesiásticas..
instituciones religiosas controlaban de diversa forma la jurisdicción y la economía
de amplias regiones leonesas, hasta el punto de ser las únicas de carácter verdaderamente señorial.
incipiente burguesía regional, cuyo dinamismo expansivo se veía frenado por la rigidez de los esquemas señoriales.
o545• Pero seguramente lo más importante para los burgueses era el control sobre la tierra, que tenían expresamente prohibido, salvo que el abad se la concediera en préstamo.
son una manifestación más de la crisis provocada en la sociedad leonesa de la época por los cambios que se están produciendo.
Puede decirse que el enemigo a batir, tanto en el caso del campesinado como en el de la burguesía es, ciertamente, el estamento señorial554• Los burgueses de Sahagún apoyan inicialmente la revuelta campesina o, más bien, la aprovechan para sus propósitos, llegando incluso a cerrarle al abad las puertas de la villa cuando era perseguido por una partida de rústicos.
resultado de las revueltas fue, en principio, un fracaso para las reivindicaciones burguesas y un triunfo señorial, siendo especialmente notable en la época de Alfonso VII el reforzamiento de la nobleza y las instituciones religiosas merced al apoyo regio.
momento adecuado fue también el convulso reinado de doña Urraca,