Benedictinización Una iglesia europea entre Roma y Cluny

Una iglesia europea entre Roma y Clunia

Para liberar de los males de la iglesia, se adopta un retorno al pasado, al concepto universalista de la Iglesia. La reforma hace frente a la simonía, el nicolaísmo, la lucha de las investiduras y el objeto será liberar a la iglesia del poder de los laicos.

El pontificado del siglo X no es el mejor para iniciar la reforma.

El Papa en manos del emperador o de la aristocracia romana, véase la situación con Otón, para alcanzar la universalidad era imprescindible resolver los particularismos y las diferencias. El primer paso en la universalización es el tema de Constantinopla.

Pag13 en la empresa de barbastro el papa da un paso a la universalización.

El monacato cluniaciense también con devoción universal, una empresa conjunta con el Papa para la universalización.

Cluny, el camino francés y la reforma gregoriana

Fue Cluny el protagonista de la introducción del rito románico en España???

Fue Cluny quien contribuyó a evitar la mozaravización de España??

Tres elementos son las peregrinaciones a Santiago, la reforma gregoriana y el peso de Cluny en España.

El desarrollo de la peregrinación a Santiago, desde el descubrimiento  de la tumba en la tercera  década del siglo IX, es indudablemente  obra de los reyes.

Ver página Siete del documento la lista de las actuaciones de los Reyes.

El “camino  de Santiago”  nace  así de las necesidades de poblar y defender un territorio que crece a expensas de los musulmanes, y que puede ofrecer a artesanos, mercaderes,  artistas, intelectuales y hasta labradores oportunidades que no existían  en otros lugares. Reyes y obispos, siendo los obispos  nombrados  por los reyes, rivalizaron entonces  en la  creación  de  hospitales  y albergues para  los peregrinos  en  ciudades  como Pamplona,  Oviedo, Burgos, León o  Astorga, y las poblaciones del  iter francigenum vieron desarrollarse  barrios de francos a su alrededor.

El  monasterio borgoñón no ha tenido  parte  en ese desarrollo  y lo que su abad intentará  conseguir  es una  participación  en  los  beneficios  que  reportan,  por  una  parte  el  paso  de  tantos  “francos”, fuesen italianos, alemanes, franceses, galos, lombardos o burgundos, y por otra las parias impuestas a los reyes de las taifas  de al-Andalus.

El 22 de abril  de 1073, en Roma Hildebrando  se convertía  en papa Gregorio  VII; un mes después fue ordenado sacerdote y dos meses después obispo. Emprendió  una política  conocida  como  “reforma  gregoriana”,  con  vistas  a  exaltar  el  poder  pontifical por encima de cualquier poder, imperial  o real, dentro de la línea de la falsa donación de Constantino.

El  30  de  abril  de  1073,  menos  de una semana después de su elección, Gregorio  VII recordó a los nobles deseosos de ir a España que “desde tiempos remotos el reino de España había  pertenecido  a San Pedro” y que, por lo tanto, cualquier tierra conquistada era suya, y nombró legados en España al cardenal  Hugo Cándido, al obispo de Ostia Giraldo y al subdiácono Raimbaldo37; pidió a Cluny que diera su apoyo al cardenal.

El 19 de marzo  de 1074, el papa se dirigió a los reyes de Castilla y de Pamplona para insistir  sobre  el  principio  de  la  unión  necesaria  de  todos  los  fieles  bajo  la  única  autoridad de  la Iglesia  de Roma,  unión  que se manifestaba  por la  adopción  de un mismo  rito,  el romano;  los  que  se  oponían  a  la  Iglesia-madre  eran  cismáticos,  infieles  y  herejes.  En esa  misma  misiva,  Gregorio  afirmaba  que  la  evangelización  de  España  había  sido  hecha desde Roma, por siete  obispos enviados por los apóstoles Pedro y Pablo, negando así la tradición  de una evangelización  de la Península por el apóstol Santiago,  directamente desde Jerusalén39. El día siguiente, felicitó el rey Sancho Ramírez por haber introducido en su reino el rito romano.

Roberto, monje cluniacense, había sido enviado a la corte de  Alfonso por Hugo de Cluny unos meses o años antes  de que Ricardo  fuera  nombrado  legado.  En julio  de 1077, en el diploma  en  el  que  decía  duplicar  el  censo  asignado  por su padre  a  la  abadía  borgoñona, el rey había alabado a Roberto, “al que tengo por encima de todos los monjes por el más excelente  y  querido  y  vuestro  muy  fiel  confrater”.Entre  diciembre  de 1079 y enero de  1080,  Roberto  se  había  convertido  en  abad  del  monasterio  de  Sahagún,  monasterio estrechamente  vinculado  a la monarquía  desde su fundación, y había conseguido para Sahagún la  libertas, o sea la independencia  frente a cualquier poder externo, laico o eclesiástico, excepto el del rey.

Sin embargo, el 24 de abril el monasterio  de Sahagún tenía  ya un nuevo abad, llamado Bernardo, al Papa no le parecieron bien las gestiones de Roberto respecto de la Reforma.

El cardenal,  sin esperar  las cartas  del  papa  al  rey y al  abad  de Cluny, que sólo llegaron un par de meses después, ya había  actuado:  -que fácil parece- el  rito romano  había  sido decretado  y el monasterio  de  Sahagún  tenía  a  su  frente  un  hombre  de  confianza,  Bernardo.  La  reforma gregoriana  en los reinos de Castilla  era obra del cardenal!!!!!!!!!!.

El 6 de junio de 1078 fallecía la joven esposa del rey, Inés de  Aquitania. Hugo de Cluny negoció entonces la boda de  Alfonso  VI de Castilla con su sobrina, Constanza, hija  del  duque  de  Borgoña,  que  acababa  de  enviudar  del  conde  Hugo  III  de  Châlon-surSaône, cuando éste volvía de peregrinar de Santiago de Compostela. La boda se celebró efectivamente pocos meses después y, en agradecimiento, el rey obsequió Hugo de  Cluny, el 3 de septiembre de 1079, con la prestigiosa abadía de Santa María la Real de Nájera. Poco después, el monje Roberto obtenía la exención y la sede abacial del monasterio de Sahagún,  en  el  que  implantó  la  regla  de  San  Benito  “según  que  la  mantienen  los  hermanos de San Pedro de Cluny”, reservando al rey la  potestas  sobre la institución.

En este “camino francés” que empieza  a entreverse hacia 1080, Cluny posee dos monasterios, en Nájera  y en Carrión de los Condes; en ninguno de los documentos  de donación  se menciona  el servicio de los peregrinos.

Los archivos de la  abadía  de  Cluny  conservan  varios  diplomas de  los años 1089-1090, en que se señala la presencia  del abad Hugo en España: el rey  Alfonso  VI le habría entonces  prometido  interesarse  por los problemas  de Nájera,  le  habría  enviado  diez  mil talentos  a través de Seguín, y habría  duplicado  el  censo de su padre. Desconocidos en los archivos hispanos, estos documentos  se encuentran  en copias borgoñonas y cluniacenses  de  finales  del  siglo  XII,  lo  que  arroja  ciertas  sospechas  sobre  su  autenticidad. Si descartamos  efectivamente  estas supuestas donaciones  reales,  la  abadía  cluniacense sólo recibió  entre 1081 y 1093, fecha  de la  muerte  de la  reina Constanza,  unas tierras en la diócesis  de Palencia por parte de Gonzalo Álvarez

Indudablemente,  si existió,  la rica  donación  hecha por Fernando I a Cluny debió de llamar  la atención del abad Hugo de Semur. El envío del monje Roberto, poco después de que el papa Gregorio  VII amenazara  al rey de Castilla  si no se sometía  a la Iglesia romana  y  adoptaba  su  oficio,  era  una  fina  maniobra  diplomática  que  le  reportó  a  Cluny beneficios  diversos  —varios  monasterios,  duplicación  del  censo,  unión  de  la  sobrina del  abad  con  el  rey,  etc.—

Pero  la  implantación  del  oficio  romano  fue  obra  del  abad de Marsella, el cardenal  Ricardo, que pudo contar para ello con el ambicioso  Bernardo, primero  en Sahagún y después en  Toledo. El cardenal  Ricardo  consiguió para su abadía el  monasterio  de San Servando y para  sí mismo  el  arzobispado  de Narbona, mientras casaba a su sobrino con la heredera del condado de Provenza, y a su sobrina-nieta  con el conde de Barcelona. El  rey  de  Castilla,  apoyándose  en  uno  y  en  otro  según  la  coyuntura,  y  aprovechando quizás la rivalidad entre ambas abadías.

La adopción del oficio romano, las dádivas a Cluny y las buenas relaciones  mantenidas con los papas y sus  legados —que solían ser benedictinos, de Cluny, Marsella o el Monte Casino— permitió  que el rey conservara lo más importante:  Alfonso  VI sigue convocando  los concilios,  nombra  los  obispos —Bernardo  en  Toledo,  por ejemplo—, conserva  su señorío  de los grandes  monasterios,  y favorece  la  llegada  de  inmigrantes a su reino mediante  la promoción de la peregrinación  a Santiago. No hubo, como lo expresaba Charles J.  Bishko, un “cierto grado de indeseable subordinación personal y, tal vez nacional, a una entidad  eclesiástica  extranjera”  en las relaciones  de  Alfonso  VI con Hugo de Cluny o Ricardo  de San  Víctor, en la  medida  en que no era  concebible  que un  imperator totius Hispaniae  se sometiera a cualquiera que no fuese su Creador. Hubo, eso sí, una utilización de ambos frente a las reivindicaciones de otro  imperator, el obispo de Roma que esgrimía  la donación  de Constantino  como fuente de sus pretensiones

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